Los obreros metalúrgicos en la Revolución Rusa
Intervención de Kevin Murphy en el debate en conmemoración de los 100 años de la Revolución Rusa, durante el 3° Congreso de la CSP-Conlutas, en Sumaré, San Pablo, Brasil, 14 de octubre de 2017.
Quería comenzar diciendo que es un honor hablarles a ustedes sobre la revolución rusa y los metalúrgicos. Como ustedes deben saber, los metalúrgicos jugaron un papel crucial en el movimiento revolucionario ruso antes de 1917 y durante el año de la revolución. Intentaré resumir algunos de los acontecimientos y contribuciones de los metalúrgicos a este movimiento.
Por: Kevin Murphy, Universidad de Massachusetts, Boston, Estados Unidos
El desarrollo económico ruso comenzó muy tarde, en la segunda mitad del siglo XIX. El mayor desarrollo se dio en los años de 1890 durante la construcción del sistema ferroviario ruso y continuó hasta 1917. Las dos mayores ciudades, Moscú y San Petersburgo, tenían solamente 500.000 habitantes en los años de 1860, pero en el comienzo de la Primera Guerra Mundial, 50 años después, tenían cerca de dos millones cada una. El acero era fundamental para la industrialización, para el sistema ferroviario, para la construcción de fábricas, metalúrgicas, y para la producción de guerra.
Esto era más importante en San Petersburgo, después llamada Petrogrado, en 1914, en el inicio de la guerra. Petrogrado y sus suburbios tenían 400.000 obreros en 1917, de los cuales 240.000 eran metalúrgicos, esto es, 60% de la fuerza de trabajo. El desarrollo industrial atrasado de Rusia significó que fábricas muy modernas y grandes se construyeran en un período bien corto. Setenta por ciento por los obreros de Petrogrado trabajaban en fábricas con más de 1.000 obreros, más del doble en relación con los Estados Unidos. Algunas de las metalúrgicas eran enormes, la Fábrica de Tubos empleaba 19.000; la Obukhov, de fabricación de máquinas, 13.000; los astilleros del Báltico, 8.000. Petrogrado era el centro militante industrial más importante durante la revolución de 1905, durante la ola de huelgas de 1912 a 1916, y durante el año revolucionario. No es exagerado decir que los metalúrgicos fueron el corazón de este movimiento.
Los metalúrgicos jugaron un papel crucial en el inicio de la revolución de 1905. Antes del Domingo Sangriento, el 9 de enero de 1905, los socialistas eran una pequeña minoría en el movimiento obrero. En una tentativa de minar la influencia de los socialistas, el jefe de la policía secreta zarista, Sergei Zubatov, organizó sindicatos policiales que eran leales al zar y que intentaron conquistar alguna justicia social.
De hecho, los sindicatos controlados por Zubatov organizaron la primera huelga general en Odessa, en 1903. La Asamblea de Obreros de Fábricas y Ingenios de la Rusia del Padre Gapon era semejante. Gapon era, en realidad, un agente de la policía, y su Asamblea tenía simpatizantes que superaban de lejos la influencia de los socialistas. Los oradores socialdemócratas eran constantemente obligados a callarse y algunas veces eran sacados por la fuerza de los encuentros de la Asamblea, por obreros furiosos.
El despido de cuatro metalúrgicos de la gigantesca Metalúrgica Putilov detonó una ola de huelgas de casi 400 fábricas alrededor de varias reivindicaciones económicas y políticas. El 9 de enero de 1905, la Asamblea de Gapon dirigió una marcha de cerca de 50.000 al Palacio de Invierno para presentar una petición formal al zar Nicolás II, que comenzaba diciendo:
“Nosotros, los obreros y habitantes de San Petersburgo, de varias regiones, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros viejos padres sin esperanza venimos a vos, Señor, en busca de justicia social y protección. Nosotros estamos empobrecidos; somos oprimidos, sobrecargados con impuestos excesivos, despreciados…”.
Las reivindicaciones obreras eran bien radicales: asamblea constituyente electa por sufragio universal, libertades civiles para todos, derecho de organización de sindicatos, y jornada de ocho horas. Las tropas del gobierno tuvieron orden de tirar contra los manifestantes, matando a 139 personas; la respuesta fue una inmediata revuelta: “¡Asesinos! ¡Parásitos! ¡Verdugos! ¡Ustedes huyeron de los japoneses, pero ahora tiran contra su propio pueblo!”. Este nuevo odio al zar significaba que los días de peticiones humildes a un zar benevolente llegaban a su fin. Pedidos como el siguiente no apelaban más al zar:
Reivindicaciones de los metalúrgicos de Ekaterinoslav a la Duma de Diputados:
1 – Introducción de ley de protección del trabajo.
2 – Introducción inmediata de la jornada de ocho horas por ley, manteniendo los salarios actuales.
3 – Abolición de horas extras obligatorias.
4 – Establecimiento de oficinas locales de mediación [de disputas laborales, ndt] en todas las ramas industriales, con representantes de los obreros y de la administración.
5 – Amnistía a todos los presos políticos y abolición de la pena de muerte.
6 – Libertad completa de conciencia, expresión, prensa, reunión, huelga y sindical.
Se puede ver, por el modo en que las reivindicaciones son presentadas, que el Domingo Sangriento fue un punto culminante para el movimiento obrero. Los obreros no veían más al zar como un dictador benevolente, y los sindicatos controlados por la policía no dirigían más a los obreros.
A partir de allí, los socialistas dirigirían el movimiento obrero. Este fue un punto de inflexión para los obreros rusos. Las otras lecciones importantes de la revolución de 1905 fueron la huelga de masas como un arma política y la formación del Soviet de Diputados Obreros de Petrogrado, en octubre [de 1905, ndt] que surgió de la huelga de masas. Los metalúrgicos fueron fundamentales para la huelga y para el Soviet.
Con la derrota de la revolución de 1905 vinieron años de depresión en los cuales el activismo obrero estuvo en baja. Después de la revolución de 1905, 3.000 presos políticos fueron ejecutados y otros 57.000 fueron exiliados o presos. Cerca de 2,8 millones de obreros hicieron huelga en 1905, casi la mitad eran metalúrgicos. En 1910, solo 37.000 obreros hicieron huelgas.
Como consecuencia de 1905, algunos metalúrgicos participaron de actividades legales que ayudaron a fortalecer la red de activistas. Estas incluían cooperativas de ayuda mutua y trabajo sindical. Los sindicalizados de los sindicatos de metalúrgicos llegaron a 11.000 en San Petersburgo y a 3.000 en Moscú, en 1914; números estos muy bajos. Eso se daba porque los sindicatos tenían el derecho legal de representar a los trabajadores pero no podían hacer huelga. Esta situación de los sindicatos empujó a los obreros a formas más militantes de organización ilegal.
Como en 1905, el punto de giro del activismo obrero fue la masacre del gobierno a obreros en huelga. Los mineros de la mina de oro Lena trabajaban 15 horas por día con bajos salarios y en condiciones de trabajo muy peligrosas. El 4 de abril de 1912, 2.500 mineros marcharon en protesta y las tropas del gobiernos abrieron fuego contra los huelguistas de la mina Lena, matando a 270 mineros. En algunos días, la noticia de la masacre y la amenaza del ministro de Asuntos Internos, Makarov –“Así fue y así será en el futuro”– se extendieron como fuego. En las tres semanas siguientes, la masacre despertó al movimiento obrero adormecido, con más huelgas en San Petersburgo que en todo el Imperio en los tres años anteriores. El movimiento de huelgas políticas, del abril de 1912 a enero de 1917, interrumpido por el inicio de la guerra, fue la ola de huelgas más espectacular de la historia mundial. Más de 9.000 huelgas, que involucraron a 4,5 millones de obreros, y más de 12 millones de días perdidos, incluyendo 32 olas de huelgas políticas.
Quiero enfatizar tres puntos de ese movimiento huelguista. Primero, antes de 1916, mujeres y jóvenes obreros no eran muy activos en el movimiento huelguista, en parte porque los militantes no llevaban sus preocupaciones muy en serio. Un obrero escribió que “ellos ganaban poco y quedaban fuera del movimiento y no participaban de las huelgas”. Aún durante la guerra, como los hombres eran convocados para el ejército, más y más jóvenes y mujeres comenzaron a trabajar en la industria metalúrgica. En la Metalúrgica Moscú, para tener unidad contra los jefes era necesario que los metalúrgicos adultos comenzasen a encaminar las preocupaciones de las mujeres y de los jóvenes, antes ignoradas. En mayo de 1916, cuando toda la fábrica hizo huelga, las reivindicaciones incluían el salario mínimo para mujeres y jóvenes aprendices. Mejor organización también significaba luchar contra la persecución, esto es, el despido de obreros que el servicio secreto zarista identificaba como dirigentes de las huelgas. En octubre de 1916, otra huelga de mil obreros muestra nuevamente el nivel creciente de solidaridad, involucrando de nuevo a las antes marginadas mujeres y a los jóvenes, y, esta vez, y para evitar la persecución, los obreros organizaron un comité de huelga.
En segundo lugar, la participación en las huelgas de obreros en fábricas e incluso en sectores específicos dependía del trabajo y de la agitación de los militantes. Si había un grupo de militantes, la fábrica participaba. Ellos lo hacían a pesar de las redadas policiales de la Okhrana (policía política) después de cada huelga. Yo investigué los informes policiales: en toda huelga, los informes policiales listan los nombres de los militantes, normalmente bolcheviques, que eran presos y exiliados para Siberia.
Tercero, la mayoría de las huelgas políticas de Rusia en este período ocurrieron en Petrogrado, involucrando metalúrgicos. El informe anual de 1912 de los propietarios de fábricas reclamaba sobre la “frecuencia de las huelgas y manifestaciones, que ocurrían una después de otra, y la variedad poco común y diferencia de importancia de los motivos por los cuales los obreros juzgaban necesario entrar en huelga”.
Esta variedad y solidaridad continuaría por los próximos cinco años, con una breve interrupción en el comienzo de guerra. En noviembre de 1913, los militantes metalúrgicos de la fábrica Obukhov fueron a juicio y 83.000 obreros pararon en solidaridad. En marzo de 1914, las obreras de la fábrica de caucho Treugolnik se enfermaron debido a la falta de ventilación y 130.000 obreros salen a la huelga en solidaridad. En abril de 1914, los diputados socialistas electos fueron expulsados de la Duma y 74.000 paran. En setiembre de 1915, el zar Nicolás cerró la Duma y 60.000 obreros hacen huelga. En octubre de 1916, 90.000 obreros salieron a la huelga por causa de la falta de alimentos. En la semana siguiente, los marineros del Báltico son presos y más de 100.000 obreros de Petrogrado paran el trabajo.
Día tras días, el Estado zarista atacaba a la clase obrera y los metalúrgicos de Petrogrado dirigían la lucha de solidaridad, en respuesta. La policía política zarista informó que “los elementos más activos y valientes, capaces de luchar incansablemente, de resistencia y organización constante, son esas personas concentradas alrededor de Lenin”. Como ya mencioné, después de cada huelga, la policía perseguía a los militantes en las fábricas metalúrgicas, los arrestaba y los exiliaba en Siberia. No obstante, esos sacrificios en la organización de las 32 huelgas políticas ayudaron a moldear el movimiento revolucionario y abrieron camino para 1917.
En los días anteriores a la revolución de febrero de 1917, la rabia de los trabajadores en todo Petrogrado aumentó por la escasez de pan y por el alto costo de vida durante la guerra. El 20 de febrero, metalúrgicos de varios sectores de la enorme fábrica Putilov salieron a la huelga por aumento salarial y la huelga se extendió hacia otras fábricas metalúrgicas. Después de una gran asamblea de obreros en el patio de la fábrica, la administración temió por una huelga de toda la fábrica y emitió una orden: “en vista de la sistemática perturbación del orden, la fábrica será cerrada por tiempo indeterminado”.
La huelga más importante en la historia mundial comenzó con las mujeres obreras textiles en Petrogrado, el Día Internacional de la Mujer de 1917. Trabajando hasta trece horas por día, mientras sus maridos e hijos estaban en el frente de guerra, esas mujeres tenían que sustentar solas a sus familias y esperaban por horas en las filas, con temperaturas debajo de cero, con la esperanza de obtener pan. Los dirigentes bolcheviques no creían que era hora para una huelga de masas, que ellos deberían continuar construyendo una manifestación para el Primero de Mayo. El 22 de febrero, el dirigente bolchevique Kaiurov se dirigió a una reunión de mujeres en el distrito militante de Vyborg, instando a las mujeres a no hacer huelga el Día Internacional de la Mujeres y que oyeran “las instrucciones del partido”. Él reclamó que las mujeres bolcheviques en cinco fábricas textiles escogieron ignorarlo y salieron a la huelga la mañana siguiente.
Las mujeres de Tejidos Neva gritaban: “¡A las calles! ¡Basta! ¡Estamos hartas!”; abrieron los portones de la fábrica y llevaron a centenas de mujeres para las fábricas metalúrgicas próximas. Arrojando bolas de nieve en la fábrica Metalúrgica Nobel, miles de mujeres convencieron a los trabajadores a juntarse, agitando los brazos y gritando: “¡Vengan, paren el trabajo!” Las mujeres también marcharon para la Fundición Erikson, donde los trabajadores se juntaron a ellas. El apoyo de los trabajadores metalúrgicos a las mujeres textiles ayudó a transformar esta huelga en una gran movilización que marchó por los puentes hasta el centro de la ciudad. En dos días, esta se transformó en una huelga general, y en cinco días la revolución tenía el control de la ciudad, y algunos días después el zar abdicaba. La mayoría de los huelguistas durante la Revolución de Febrero eran metalúrgicos.
Los obreros metalúrgicos también estaban representados en el Soviet de Obreros y Soldados de Petrogrado. Durante los ocho meses siguientes, la principal cuestión política era quién gobernaría: los Soviets de los Obreros y Soldados o el Gobierno Provisorio. En el inicio, los obreros y soldados no veían diferencia entre los varios partidos socialistas representados en el Soviet. Pero, con el pasar del tiempo, como los socialistas menos radicales continuaban negociando con los capitalistas y propietarios de tierras y evitaban resolver las principales cuestiones de la guerra, de la tierra, y de quién debería poseer las fábricas, aumentó el apoyo a los bolcheviques radicales.
Los obreros con salarios más bajos fueron los más alcanzados por la crisis económica en 1917. En la Metalúrgica Moscú, una asamblea general el 23 de abril aprobó por unanimidad que los trabajadores calificados deberían recusar aumentos salariales excesivos y exigieron que esos fondos fuesen distribuidos a obreros no calificados. Un estudio sobre los obreros de Petrogrado encontró demandas similares de salario mínimo en fábricas metalúrgicas de allá. La tendencia prerrevolucionaria [esto es, antes de febrero de 1917, ndt] de involucrar una fuerza de trabajo más diversificada continuó; las preocupaciones de 439 mujeres de la Metalúrgica Moscú simplemente no podrían ser ignoradas. Un pliego de reivindicaciones de junio abordaba específicamente los problemas de las mujeres, incluyendo duchas separadas, seis semanas de licencia de maternidad paga, además de un abono especial por el nacimiento de un hijo.
La dinámica del movimiento en la Metalúrgica Moscú muestra que, una vez que los obreros adquieren el sentido de su poder, ellos dan las cartas en la lucha de clases, pues ni las concesiones de la gerencia ni la intransigencia impiden el creciente sentido de poder de los obreros. Una operación tortuga por aumento salarial también llevó a un enfrentamiento renovado alrededor de la contratación y el despido de obreros, y muestra cómo cuestiones aparentemente dispares se sobreponen en la medida en que el movimiento obrero crecía en confianza. El comité de fábrica resolvió que ningún empleado podría ser despedido sin su autorización. Entonces, ellos decidieron que también tenían derecho de nombrar y despedir a los gerentes y jefes. La administración de la fábrica se quejó de que, el 23 de mayo, “los obreros del departamento de fundición anunciaron al jefe de departamento, Mattis, que ellos no querían tenerlo como gerente y lo despidieron de este cargo”.
Esta creciente sensación de confianza durante un período revolucionario fue reconocida por la administración. El 9 de junio, la administración de la Metalúrgica Moscú se quejó al gobierno provisorio sobre la militancia de los trabajadores:
“Los representantes de los trabajadores declaran que no están dispuestos a esperar, que se reservan la libertad de actuar, y la amenaza de violencia contra la administración de la fábrica quedó bastante clara. La Cámara de Conciliación se negó completamente a considerar la cuestión de la remoción del personal de oficina. Eso fue algo comprensible, dado que los trabajadores hicieron nuevas amenazas de violencia en la Cámara de manutención de la paz.
El viernes 2 de junio… en la asamblea general de trabajadores, sus representantes informaron que la Cámara no satisfaría las demandas de los trabajadores. Los trabajadores se agitaron y comenzaron a defender la ocupación inmediata de la fábrica por la fuerza y el uso de las medidas más violentas contra la administración y el personal de oficina que vivía en la fábrica.
Kolikov, representante responsable por la distribución de metales, consiguió persuadir a los trabajadores de postergar la realización de la ocupación por la fuerza, por lo menos hasta el lunes, para que todo el caso fuese considerado el sábado por la Comisión de Fábrica de la Región de Moscú.
(…)
Que el peligro para la gerencia fue bien fundamentado se hizo evidente cuando Kolikov persuadió al director de la fábrica a huir”.
La administración estaba preocupada con la violencia de los trabajadores, pero mientras los trabajadores amenazaban con el uso de la fuerza, el número real de casos que envolvían fuerza era reamente muy bajo. Lo que es más importante es que vemos aquí que los obreros comienzan a asumir algunas de las funciones de gerenciamiento –eso fue conocido como el movimiento por el control obrero–. Eso no significaba que los obreros operasen las fábricas, sino que los comités de fábrica comenzaran a asumir cada vez más responsabilidad por la gestión de las fábricas, como la contratación y el despido, y también en la obtención de materias primas para mantener las fábricas en funcionamiento. Frente a tal militancia, la administración de la fábrica intentó cerrar la Metalúrgica Moscú. Pero, como el acero era crucial para el esfuerzo de guerra, el gobierno provisorio nacionalizó la fábrica y se vio obligado a ponerse del lado de los obreros. Al final del verano de 1917, bloqueos y cierres de fábricas se tornaron una táctica de los empleadores. Los capitalistas reconocieron que, frente a un movimiento obrero militante y organizado, no podían vencer.
En la militante Petrogrado, la sección obrera del Soviet tomó partido por los bolcheviques a finales de junio. Es así que León Trotsky describe a los obreros de la fábrica Putilov durante los días de julio, cuando ellos y sus familias marcharon para la reunión del Soviet en el Palacio Tauride exigiendo que el Soviet asumiese el poder:
“Cerca de las tres de la mañana, la fábrica Putilov se aproximó al Palacio Tauride –con sus esposas e hijos, una masa de ochenta mil–. La marcha comenzó a las once de la noche y otras fábricas se juntaron a ella en el camino. A pesar de la hora tardía, había una masa de personas en el Portón Narva, sugiriendo que en todo el distrito nadie se quedó en casa aquella noche… Toda la fábrica Putilov, sentada en el piso a las tres de la mañana alrededor del Palacio Tauride, donde los dirigentes democráticos estaban esperando la llegada de las tropas del frente –esa es una de las imágenes más sorprendentes ofrecidas por la revolución en esta frontera del pasaje de febrero a octubre–. Doce años antes, un no pequeño grupo de estos mismos trabajadores había participado de la marcha de enero al Palacio de Invierno con imágenes y estandartes religiosos. Los años pasaron desde aquel domingo a la tarde; otros años pasarían en los próximos cuatro meses”.
El día siguiente fue más activo. Fuera del Palacio Tauride, el dirigentes socialista Chernov pedía calma, pero fue preso por marineros de Kronstadt y solo liberado luego de la intervención de Trotsky. Obreros armados de la fábrica Putilov entraron y revisaron el Palacio Tauride en busca del menchevique defensor de la guerra, Tsereteli, y después invadieron la sesión del Soviet, donde algunos de los delegados quedaron aterrorizados. Uno de los obreros subió a la plataforma de los oradores y, agitando su rifle, declaró:
“¡Camaradas! ¿Por cuánto tiempo nosotros, los trabajadores, defenderemos esta traición? Ustedes están aquí debatiendo y haciendo negocios con los capitalistas… Ustedes están ocupados traicionando a la clase obrera. Bien, ¡solo entiendan que la clase obrera no va a concordar con eso! Somos 30.000 de la fábrica Putilov. Vamos a abrir nuestro camino. ¡Todo el poder a los Soviets! ¡Nuestros rifles están bien seguros en nuestras manos! ¡Sus Kerenskys y Tseretelis no nos engañarán!”.
Luego de las manifestaciones de las Jornadas de Julio, los capitalistas y los propietarios de tierras decidieron que era hora de destruir la Revolución. Todos los no socialistas se alinearon con el general Kornilov como el dictador potencial. Antes de su tentativa de golpe militar, Kornilov argumentó: “Es hora de ahorcar a los agentes y espías alemanes, en primer lugar a Lenin, y dispersar el Soviet”. Si es necesario, “ahorcar a todos los miembros del Soviet de Diputados de Obreros y Soldados”.
El sindicato de metalúrgicos desempeñó un papel crucial en la derrota de Kornilov hacia finales de agosto. Los sindicatos y el Soviet de Petrogrado organizaron un Comité de Defensa para armar a 40.000 trabajadores y prepararse para la batalla. Metalúrgicos de fábricas de armas también fabricaron armas para la batalla. Un obrero de la fábrica Putilov escribió: “En esos días, trabajamos dieciséis horas por día. Fabricamos cerca de cien cañones”. El sindicato de metalúrgicos puso a todos sus empleados para trabajar para el Comité de Defensa para organizar las comunicaciones, especialmente con los trabajadores ferroviarios, para interrumpir el movimiento de las tropas contrarrevolucionarias. La tentativa de golpe de Kornilov nunca levantó vuelo.
El ministro del Trabajo menchevique, Skobelev, intentó limitar el poder de los comités de la fábrica. Él emitió una orden determinando que el derecho de contratación y despido fuese exclusivo de la administración. Cinco días después, Skobelev emitió un segundo mandato que prohibió que los comités de fábricas se reunieran durante el horario de trabajo regular. Asambleas en grandes fábricas metalúrgicas, como la Putilov y el Almirantazgo, criticaron al Ministerio del Trabajo por capitular a “las exigencias contrarrevolucionarias de los patrones”. Los obreros metalúrgicos de la fábrica Langerzippen emitieron un resolución: “Rechazamos con indignación las calumnias maliciosas del Ministerio del Trabajo de que el trabajo del Comité de Fábrica reduzca la productividad del trabajo”.
La derrota de Kornilov revitalizó a la extrema izquierda, ya que la elección era clara: la dictadura militar de la extrema derecha o el poder soviético. En Petrogrado, las pocas grandes fábricas metalúrgicas que permanecieron fortalezas mencheviques destituyeron a sus diputados soviéticos y los sustituyeron por bolcheviques, como la enorme fábrica de Tubos y la fábrica Obukovsky.
En octubre, los Soviets de Obreros y Soldados de toda Rusia defendían el poder soviético. Cuando el Segundo Congreso de los Soviets se reunió el 25 de octubre, 505 de los 670 delegados estaban comprometidos en transferir “todo el poder a los soviets”. Esos diputados representaban 402 Soviets de Obreros y Soldados, incluyendo sus familias, decenas de millones de personas. Doce años antes, los metalúrgicos creían en un zar benevolente; el 25 de octubre creían en el socialismo. Los obreros metalúrgicos desempeñaron un papel crucial en la realización de la clase obrera rusa durante los años revolucionarios.